¿Grietas o acuerdos?
¿Grietas o acuerdos?
Ricardo Peirano
8 de octubre de 2024
Estamos a menos de un mes de las elecciones nacionales y del pronunciamiento sobre dos plebiscitos de reforma constitucional. Se elegirá el parlamento en octubre y quizás el presidente quede para noviembre.
Supongamos que no se aprueba el plebiscito de reforma de la seguridad social, en cuyo caso habrá que barajar y dar de nuevo porque desaparecerá el país que hemos conocido en los últimos 40 años. No será el fin del mundo pero si será el fin de muchas cosas. Entre ellas, la seguridad jurídica que el país construyó a lo largo de varios gobiernos de distintos partidos y de distintas orientaciones ideológicas.
Suponiendo que seguimos viviendo en este país, y no en otro que habrá que reconstruir, se plantea el tema de siempre. ¿Cómo hacer para que este país puede crecer al doble de su promedio histórico del 2% anual? ¿Cómo hacer para que no se sigan yendo los orientales? ¿Cómo llevar a cabo las reformas estructurales que son necesarias para movernos pero que implican un acuerdo político de largo plazo? ¿Cómo hacer para lograr nuevos instrumentos que ayuden a mejorar el crecimiento potencial del país como lo fueron, y lo siguen siendo, el régimen de zonas francas, la política forestal, la reforma del marco energético que nos permitió diversificar la matriz energética, la ley de puertos que nos hizo competitivos de nuevo? Y, también, por qué no, la reforma de la seguridad social de 1996, que estableció un régimen mixto que nunca fue atacado salvo a raíz de este plebiscito. 30 años de acuerdo pretenden ser tirados por la borda en una propuesta demagógica y nociva.
Hoy por hoy nos quedan reformas claves en la educación, en la seguridad y en la inserción internacional. Viendo la grieta que dejó el tema del abastecimiento de agua potable a Montevideo, con controversias sobre sus causas, los responsables de la crisis hídrica y la búsqueda de soluciones para que no pase de nuevo, es lógico que se desconfíe de la posibilidad de avanzar en temas más complejos y estructurales.
¿Es posible rescatar la época donde había espacio para políticas de estado que trascendían a un período de gobierno?
Allí están frescos los acuerdos, expresos o tácitos, sobre leyes de forestación y apoyo a las plantas de celulosa, a pesar de una inicial oposición del FA. También está la política energética, construida a partir de la desmonopolización de la generación de energía eléctrica, que permitió reducir la dependencia del petróleo y fomentar el uso de energías renovables, llevado a cabo en la administración de Mujica. Hay también, o habría que averiguar si sigue habiendo, consenso en la necesidad de abrirse más al mundo a través de acuerdos de libre comercio.
Hubo una época, no demasiado lejana en el tiempo, durante la administración de José Mujica, en que una comisión de expertos en educación de todos los partidos con representación parlamentaria elaboró un documento de reforma que recogía un altísimo consenso. Ese consenso a nivel de la ideas a impulsar, sin embargo, nunca se pudo poner en marcha por la oposición de los gremios o por temor de las autoridades a romper el statu quo. Tanto que el propio Mujica denostó a los gremios docentes.
Hoy estamos en las puertas de un cambio de gobierno. Es muy poco lo que se habla sobre el país del futuro y el futuro del país. Sí, en cambio, es claro que hay un consenso que el país debe crecer al doble de los que lo hizo en los últimos 50 años.
En el contexto electoral que vamos a ingresar, hay que preguntarse si no hay capacidad o posibilidad de buscar acuerdos mínimos. Acuerdos que establezcan políticas que duren. Acuerdos que ya están estudiados y que podrán tener matices, pero no diferencias abismales, como los que algunos discursos para la tribuna parecen sugerir.
Si se lograron en el pasado, ¿por qué ahora no son viables? ¿O nos está ganando la lógica de la polarización, de las batallas en las redes sociales donde se escribe mucho y se piensa poco?
Las buenas políticas no son las que se imponen a la fuerza, sino las que surgen de ciertos consensos básicos.
Ojalá que el escenario político y social del año 2025 marque un cambio respecto a lo vivido en 2023 y en lo que va del 2024. Sería deseable que lo que hoy parece un curso de confrontación termine siendo una civilizada discusión de propuestas y de ideas. Para eso hace falta liderazgo en los partidos y grandeza en los pronunciamientos. El futuro del país depende en gran medida de ello.