Es la economía, estúpido
Es la economía, estúpido
Ricardo Peirano, 12 de noviembre de 2024
Todavía resuenan los ecos de la categórica victoria de Donald Trump en la elecciones del pasado 5 de noviembre. Contra todos los pronósticos ganó los siete estados pendulares, obtuvo amplia mayoría en el Colegio Electoral, ganó el voto popular, algo que ningún republicano consiguió desde la segunda presidencia de Bush (h), obtuvo mayoría en el Senado y presumiblemente mantendrá el control de la Cámara de Representantes.
Un panorama impensado para alguien que se fue de la Casa Blanca sin reconocer la victoria de su adversario, que tuvo dos impeachments y fue declarado convicto de un delito. Alguien a quien ni siquiera del líder republicano en el Senado veía de vuelta en la Casa Blanca. En efecto, el senador Mitch McConnell, poco después de los dramáticos eventos del 6 de enero de 2021 de la toma del Capitolio, dijo sobre Trump: “Se puso un revólver en la cabeza y apretó el gatillo”. Daba así por finalizado el paso de Trump por la Casa Blanca. Cuan equivocado estaba McConnell y muchos analistas políticos. Hoy Trump vuelve y con más apoyo que en 2016. Vuelve con un mandato claro del electorado americano. Demostró que no era una estrella fugaz de la vida política sino alguien que, guste o no, sintoniza con los sentimientos y necesidades del electorado, especialmente de aquel electorado que no hace ruido, y que ofrece una imagen de poder.
La influyente revista británica The Economist, que ha criticado duramente a Trump antes y ahora, señalaba en su edición del jueves 7, que la explicación de su victoria estaba, en buena medida determinada por los errores de la administración Biden. Alta inflación a principios de 2021, el fracaso de la política migratoria del gobierno y la promoción de una visión de la cultura que estaba muy alejada de la mayoría del electorado “especialmente en temas de sexo y género”. La llamada “cultura woke”.
Con todo, da la impresión que además de una candidata poco competente como Kamala Harris, los demócratas se olvidaron de las necesidades cotidianas de la gente.
La marcha de la economía, que según Bill Clinton fue la razón de que George Bush padre perdiera en 1992, ha vuelto a marcar la agenda política. En aquella oportunidad, Clinton le dijo a Bush la razón de su derrota: “It´s the economy, stupid”. Efectivamente, Clinton ganó por la percepción de que la economía no iba bien bajo Bush padre.
Ahora es probable que esté ocurriendo lo mismo. Si bien hay indicadores económicos y laborales muy positivos -desempleo en el 4.1%, creación de 175.000 puestos de trabajo mensuales en los últimos 12 meses, inflación a la baja, PIB creciendo al 2,8% anual, salario real subiendo un 3.5%- la percepción del electorado es que la economía no está bien, que es difícil encontrar trabajo, que los precios de inmuebles y alquileres han subido por encima de los ingresos.
Lo curioso es que mientras el electorado penaliza a Biden y Harris por la marcha de la economía, Trump va a recibirla con números positivos en términos de crecimiento, empleo e inflación. Y sobre esa base podrá edificar una mejora más sostenida del nivel de vida en medio de cambiantes circunstancias en el plano internacional y dentro de un acelerado cambio tecnológico que impacta directamente en el nivel de empleo.
Harris, en el fondo, preocupada por la agenda cultural del Partido Demócrata, no puso énfasis en la mejora económica del último año. Orientada por una agenda ajena al electorado, dejó de enfatizar lo bueno de los últimos dos años de Biden. Y dejó la cancha despejada a Trump para promover su agenda MAGA (Make America Great Again), que incluye una política proteccionista del empleo americano.
Una política proteccionista -algo propio de posturas antiliberales- que será acompañada con un apoyo especial al sector privado vía desregulaciones (Elon Musk estará a cargo de esa tarea) y reducción de impuestos.
Es preciso reconocer que, además de su capacidad de vender un promisorio futuro económico, Trump sí sintonizó con las necesidades y aspiraciones del electorado en estos tiempos: empleo, seguridad pública, salud. Y también un hartazgo con políticas identitarias a favor de minorías.
Es de esperar que Trump, en su segundo mandato, deje de lado sus prometidas venganzas a sus adversarios y permita el normal funcionamiento de los mecanismos institucionales que tienen como finalidad evitar posiciones autoritarias en la rama ejecutiva.
Ese es el verdadero espíritu de los Padres Fundadores y sería importante mantenerlo sin cortapisas. En especial, lo que hace referencia a la libertad de expresión, consagrada en la Primera Enmienda de la Constitución.