Crecer, la palabra que falta
Crecer, la palabra que falta
Ricardo Peirano, 21 de noviembre de 2024
La campaña electoral a punto de finalizar ha sido muy chata. De propuestas muy escasas. Muy enfocada en planteos de políticas puntuales para atender tal o cual necesidad pero poco concreta en un tema crucial para resolver todos los demás. Esto es: ¿Cómo crecer a tasas más altas? No solo más elevadas con relación al magro 1% anual promedio de los últimos 10 años, sino incluso al 2.5% en el que se estima el crecimiento potencial del país en el mediano plazo.
Uruguay creció en torno al 2% anual en los últimos 70 años y ello implicó una caída relativa con respecto a muchos países a los que superábamos en ingreso per cápita a mediados del siglo pasado y que hoy integran el grupo de países desarrollados. Hemos perdido pie y esa pérdida no es solo un problema de bienestar relativo al de otros países sino respecto a nosotros mismos. Hemos ido para atrás y nos hemos cortado las alas para mejorar el bienestar de nuestra gente. Sin crecimiento no hay manera de repartir o de mejorar sectores o de apostar a la educación o enfocarse en eliminar la pobreza infantil.
En el debate del pasado domingo, si es que se puede llamar debate a una presentación de propuestas por parte de cada candidato de forma muy guionada, se hizo muy poco hincapié en el crecimiento. Yamandú Orsi planteó aumentar la protección a la industria nacional (como si ya no supiéramos que ello fue una política fracasada que constituyó una remora por décadas a nuestro crecimiento) y conseguirla mediante las compras públicas y dar más dinero al Instituto Nacional de Colonización. Ahora parece que para la izquierda el agro es importante y hay que apoyarlo, desconociendo el enorme crecimiento que ha tenido el sector en la última década mediante la introducción de mejoras productivas en las que el Estado no tuvo nada que ver. La gran expansión del sector agropecuario se dio de la mano de la innovación tecnológica (que nos aportaron los argentinos que vinieron aquí huyendo de la epidemia kirchnerista) y de la apertura de mercados internacionales. También influyó la expansión del sector forestal donde, hubo sí, un apoyo inicial por vía de desgravación impositiva, y la desregulación portuaria.
De parte de Álvaro Delgado hubo un mayor énfasis en promover la competencia hacia dentro para bajar el costo y abrir el país al exterior. En lo primero el actual gobierno no logró avanzar, aunque ahora está quedando claro que ese “costo” es producto de múltiples regulaciones burocráticas y sanitarias que pueden y deben derogarse. En cuanto a la apertura internacional, se avanza en la medida que se puede. Para bailar hacen falta dos. Y Uruguay fue trancado por el Mercosur. Con Milei buscando un TLC con Estados Unidos, se abre una puerta enorme para Uruguay. Y en la medida que Argentina se recupere, mayor será su influencia internacional en los próximos años. Años que no serán buenos para los gobiernos de izquierda en América Latina: probablemente en Chile la centro derecha sustituirá a Boric, en Colombia a Petro y, en Brasil, Lula tendrá muchas dificultades para ser reelecto ante un candidato más cualificado que Bolsonaro.
Es verdad que comportamiento de la economía de Uruguay depende mucho de los vaivenes de la economía mundial y de las economías regionales. El contexto internacional marca mucho los tiempos como ocurrió, por ejemplo, con la bonanza mundial de 2005 a 2015, que permitió un crecimiento importante en las dos primeras administraciones del Frente Amplio. Sin embargo, la coyuntura internacional no explica totalmente nuestra baja tasa de crecimiento en los últimos 70 años. Ese crecimiento anémico se explica también por manejos internos erróneos y la falta de un marco institucional favorable a la inversión y al desarrollo del sector privado.
Hizo bien, en ese sentido, la Academia Nacional de Economía al elegir como tema de su premio anual “¿Qué le hace falta al país para duplicar su crecimiento potencial?”.
Pocos temas son tan pertinentes y urgentes como ese. Necesitamos duplicar nuestro crecimiento potencial -hoy estimado en 2.5% anual- para cubrir las necesidades económicas y sociales de la población. Son muchas las propuestas electorales de gasto e inversión pero es muy difícil financiarlas sin aumento de impuestos. Y ambos candidatos se han pronunciado en el debate por la promesa de no aumentar impuestos. Si no se aumentan impuestos ni se reducen gastos -la burocracia es dura a morir- solo un fuerte crecimiento económico puede generar recursos para atender necesidades. Y allí estamos en deuda.
La iniciativa de la Academia de Economía fue muy bien acogida por excelentes jóvenes profesionales y se presentaron 9 trabajos de gran calidad. Fue ganador el titulado “El Uruguay que queremos” que incluye 65 propuestas para mejorar la tasa de crecimiento potencial. Y allí hay muchas recomendaciones rápidamente aplicables. Otras, las referidas a la mejora del capital humano, podrán llevar más tiempo. Pero ese el camino: desregular, desburocratizar, apostar a la formación de la población, liberar las fuerzas del sector privado y dejar al estado en un rol subsidiario para cubrir aquellos casos donde el mercado no llega.
Ese es el camino. Y no podemos perdonarnos seguir dilatando la adopción de políticas definitivamente probadas para crecer. La dilación es una expropiación del futuro del Uruguay y de su gente. No lo olvidemos.