¿Más y mejor Mercosur?
¿Más y mejor Mercosur?
Ricardo Peirano, 11 de diciembre de 2024
El viernes 6 de diciembre fue día de celebración en materia de inserción internacional. Después de 25 años de tiras y aflojes, de estar al borde de firmar como en 2019 a estar al borde del precipicio como en 2022, la Unión Europea y el Mercosur firmaron en Montevideo el acuerdo de libre comercio entre ambos bloques. tan necesario por razones comerciales como por razones políticas.
Como dijo acertadamente nuestro canciller Omar Paganini, "Es un tratado histórico para la región, en la medida que genera una zona de libre comercio de más de 700 millones de habitantes. Se transforma en el principal acuerdo de libre comercio del mundo". "Para nuestro país significa mejorar el acceso al mercado europeo, captación de inversiones de empresas europeas, y en el fondo, bienestar y empleo para nuestra gente". Y del otro lado, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen enfatizó a importancia del acuerdo porque zona de libre comercio involucra a 700 millones de personas.
Las únicas voces de discordia que se oyeron provinieron del presidente de Francia, Emmanuel Macron, que lo consideró “inaceptable” y del PIT-CNT que pareció sumarse al presidente francés. En efecto, la central sindical uruguaya no dejó pasar unas horas para emitir un durísimo comunicado. Para la central de trabajadores: "Solamente favorece a los sectores de exportación de commodities que incluso son los que más violan a la naturaleza y al ambiente, los derechos laborales y humanos, además de poner en riesgo los empleos de los trabajadores y trabajadoras en todos los sectores productivos del Mercosur, con especial deterioro en la industria, tal como lo han expresado diversas cámaras empresariales del sector". El comunicado no dejó títere con cabeza: acusó a los gobiernos de los últimos 25 años de negociar en secreto, de violar la naturaleza y el medio ambiente (no se sabe si las del Mercosur o las de la Unión Europea), los derechos laborales y los derechos humanos, sobre todo, el medio ambiente. En efecto, el PIT-CNT sostiene que el acuerdo supone un "pacto desigual que ignora la crisis climática, fomenta pesticidas prohibidos, deforestación, sacrifica a la sociedad por las meras ganancias corporativas, acentuando el perfil extractivista de la economía”. Es un comunicado que recoge todos los temas históricos de la ideología comunista como la lucha de clases e incluye los tópicos nuevos como que el libre comercio destruye el medio ambiente.
Uruguay, y el actual gobierno, quedan muy bien parados al haber conseguido la firma de este tratado durante su presidencia pro tempore del alicaído Mercosur y, de yapa, en la ciudad de Montevideo. Fue una larga negociación de 25 años (comenzó en 1999 con otros presidentes y otro mundo más aperturista que el actual) pero finalmente llegó a buen puerto salvo que Francia y Polonia e Irlanda consiga que algunos países de la Unión Europea no ratifiquen el tratado.
En momentos en que el Mercosur atraviesa una seria crisis de identidad y de dinamismo económico, con Uruguay y Argentina bregando por la posibilidad de que cada miembro del bloque pueda negociar acuerdos por su cuenta, no deja de ser una buena noticia este acuerdo. Amplía los mercados y fomenta el comercio. Pero también es una buena señal política en estos tiempos sacudidos por las guerras convencionales y las guerras comerciales.
Es obvio que este acuerdo, que por lo demás aún no está ratificado por los países de la Unión Europea, no arregla los problemas del Mercosur, que pasan más por desacuerdos entre los países, agendas proteccionistas y, lo que es más grave, que se desconozca el principio del articulo 1 sobre el libre tránsito de personas, bienes y servicios. Nada hizo el Mercosur, por ejemplo, cuando Argentina cerró sus puentes con Uruguay por el conflicto de las papeleras. Y durante años el Mercosur funcionó como un club político de amigos cuando los Kirchner gobernaban en Argentina y el Partido de los Trabajadores de Lula y Dilma gobernaban Brasil.
Ahora hay mayor conciencia de la falta de progreso comercial y de la debilidad institucional del Mercosur. Uruguay lo consideró un “lastre”. Milei dice ahora que el Mercosur es una “prisión” pero que el acuerdo con la Unión Europea es bueno para generar más comercio. Muchos sostienen que el objetivo inicial de establecer un mercado común fue muy ambicioso y que una zona de libre comercio hubiera sido más adecuada a las características de los países signatarios..
Los gobiernos de Argentina y Uruguay piden, con todo, más flexibilidad a la hora de negociar. El próximo gobierno uruguayo, muy alineado con Lula, probablemente no quiera insistir por ese camino. Y también tendrá al PIT-CNT tratando de torpedear cualquier acuerdo que amplie comercio y competencia, malas palabras en el léxico de una central sindical que mira el mundo con los lentes del siglo XIX.
Pero el Mercosur está aquí y quizá se pueda lograr que el bloque se abra más al mundo, con TLCs, reduciendo el arancel externo común, y también eliminando los regímenes especiales de protección a sectores concretos.
Mejor Mercosur es posible si se va por la vía de la flexibilización y reducción de aranceles. De hecho, originalmente se nos vendió un Mercosur que era el del “regionalismo abierto”: la integración y colaboración entre países de una región no excluye ni restringe la participación de otros países fuera de esa región. Y más Mercosur es difícil porque tenemos que abrirnos al mundo.
Ahora se ha logrado un paso adelante. Se ha demostrado que los TLC siguen vigentes a pesar de que algunos dicen que “no están de moda”. El futuro dependerá de que se flexibilice más la posibilidad de abrirse al mundo y se reduzcan las barreras arancelarias y no arancelarias. Un panorama incierto que depende en gran parte de si Milei lleva a cabo su agenda liberalizadora. Con todo, hay una luz en el horizonte que antes del 6 de diciembre no existía.