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Libertad de acción
Ricardo Peirano
18 de setiembre de 2024
Este es un concepto muy desafortunado cuando se usa en la vida pública por parte de líderes políticos en relación a los votantes para recordarles que pueden votar lo que quieran. Suele usarse en las segundas vueltas electorales o en balotajes por parte de aquellos candidatos que no calificaron para la instancia decisiva. A veces, dicen, voy a votar a “fulanito” y aconsejo a mis votantes a hacer lo mismo. Otras veces, dicen que dejan a sus votantes en “libertad de acción”.
Es algo que rechina o, mejor, que debería rechinar. ¿Cómo que se “deja en libertad de acción” a los votantes? ¿Acaso esos votantes no tienen la más amplia libertad de acción para votar y para opinar por quien quieran, ya sea en una elección nacional o frente a un plebiscito sometido a su consideración?
Otorgar libertad de acción por parte de líderes o partidos políticos implica reconocer que antes de ese pronunciamiento los electores no la tenían. Lo cual es un contrasentido o un disparate político. ¿Cómo que los votantes no pueden elegir a quién quieran y no a quién le digan?. ¿O acaso no son libres y responsables? ¿Son los electores ciudadanos de segunda categoría, que a veces se los deja en libertad de acción y a veces no?
El tema de libertad de acción ante instancias electorales ha tomado especial relevancia últimamente por la postura del Frente Amplio ante el plebiscito de reforma constitucional en temas de seguridad social. Es un tema impulsado por parte del movimiento sindical (no todo) y por parte del propio FA (el Partido Comunista y el Socialista). El plenario del FA decretó la libertad de acción. Para los votantes del FA e incluso votantes en general que hoy votan aquí y mañana allá, es algo que no corresponde. Libertad de acción ya la tienen de antemano. Desde el momento en que se inscriben en el padrón electoral poseen la más plena libertad de acción. Nadie se “las da”, y nadie se las puede quitar, salvo en la Venezuela de Maduro donde uno tiene “libertad de votación” pero no “libertad de elección” porque el resultado de la elección es el que decide Maduro. En Venezuela se vota pero no se elige. Pero eso no es la regla.
La regla es la libertad de acción, de expresión y elección sin que nadie la conceda. Y es bueno repetirlo por activa y por pasiva, aquí y en todas partes. Todos tenemos libertad de acción y no hay que pedir permiso a nadie para por votar por tal o cual candidato o por tal o cual opción en un plebiscito.
Es bueno sí que ante temas importantes de la vida del país, los partidos se pronuncien. Y que recomienden un candidato o una opción plebiscitaria y fundamenten los motivos. Pero ello a título meramente orientativo. Pero libertad de acción no es necesario dar a nadie: todos la tienen por derecho de ciudadanía.
Y junto con la libertad de acción, hay libertad de opinión. Que es precisamente lo que generó molestias dentro las filas de los impulsores del plebiscito de la seguridad social cuando un grupo de economistas frenteamplistas dieron sus razones por las cuales votar por el SI era muy perjudicial para el país. lo último que faltaba: que no se pudiera opinar y fundamentar el voto.
La libertad de acción que tiene cada ciudadano implica la libertad de expresión. Esta, en efecto, es la primera de las libertades y sin ella no se pueden ejercer las demás. Y si en un partido político hay posturas diversas, bienvenida sea la diversidad. Y si a alguien no le gusta la diversidad, que funde otro partido a su gusto. Un partido monolítico, sin disidencia ni libertad de acción ni de opinión.
Un partido donde el disenso se castiga duramente como ocurría en los partidos comunistas de detrás de la cortina de Hierro, o como ocurre hoy en Cuba.
En todo lo demás, predomina la libertad de acción. Y sin que sea necesario que nadie la otorgue. Esa es la credencial más clara de la naturaleza republicana de un país y de la índole democrática de un partido político.