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¿Libertad responsable?
Ricardo Peirano, Semanario Voces, 2 de mayo de 2025
La semana pasada este semanario publicó una muy ilustrativa nota de Juan Martín Posadas sobre el significado de la renuncia de la exministra de Vivienda, Cecilia Cairo. Nada más para agregar a lo dicho.
Con todo, me dejó pensando su afirmación sobre la relación entre los uruguayos y el concepto de libertad responsable. Incluso entre notorios dirigentes del Partido Nacional y ese nuevo concepto acuñado con singular acierto por el expresidente Luis Lacalle Pou al comienzo de la pandemia allá por 2020.
Decía Juan Martín Posadas que en Uruguay “La categoría de víctima ha pagado buenos dividendos político-electorales en nuestro país (y ha sido causa de su atraso). Por eso –y voy a agregar una digresión larga por la que pido disculpas- justamente por eso, la metáfora o simbolismo que planteó Lacalle Pou cuando habló de la importancia del “malla oro” sorprendió a todos. Algunos dirigentes blancos no la entendieron del todo (otros no la entendieron en absoluto). La libertad responsable era una voz muy nueva para el oído uruguayo tradicional. Era plantear lo opuesto a ser víctima”.
Y, no solo eso. También era plantear un camino para empoderar a todos, recordar el valor de la libertad con su valor espejo que es la responsabilidad. Y recordar que todos somos artífices de nuestro destino.
Vale traer a la memoria la reflexión del famoso psiquiatra austríaco Victor Frankl, autor del gran libro “El hombre en busca del sentido”. Frankl, sobreviviente de los campos de concentración nazis, señaló que en Estados Unidos, además de la Estatua de la Libertad en la costa este, se debería construir una estatua a la “Responsabilidad” en la costa oeste. Así habría un buen equilibrio entre ambos valores. Y también recordó, para todos aquellos a quienes gusta asumir el papel de víctima y no ser responsable de nada, que “El hombre no es sólo el producto de sus circunstancias; también es el producto de sus decisiones”.
Y cuando hablamos de “decisiones” se introduce claramente el sentido de que somos responsables de ellas. Cosa que no ocurre con las “circunstancias”, que nos afectan.
Juan Martin Posadas recalca que dentro del Partido Nacional (y me animo a afirmar que dentro de toda la Coalición Republicana, un espacio que no termina de afirmarse dentro de tanto protagonismo interno de los grandes partidos tradicionales) no se entendió bien ese concepto que fue fundamental para que pudiéramos atravesar la pesadilla de la pandemia mucho mejor que nuestros vecinos y que la mayor parte de los países desarrollados. Gracias a ella y a la buena recepción por parte de la población, no hubo que recurrir a las nefastas cuarentenas forzadas que dejaron un alto costo económico y social y graves consecuencias en la salud mental de la población.
Nunca podremos estar suficientemente agradecidos a esa política del presidente Lacalle Pou, respaldada sí, en ese entonces, por toda la Coalición Republicana. El tema es que de aquellas cosas que nos salvamos es difícil estar agradecido porque no llegamos a sufrirlas. Pero viendo lo ocurrido “urbi et orbi”, vaya si nos salvamos de una buena. Y eso sin aderezo de la corrupción de los vacunatorios VIP para amigos del gobierno de turno, como se vio del otro lado del río.
Lamentablemente, después de la pandemia el gobierno no insistió demasiado con ese concepto, tan bien acuñado como aplicado, en los dos primeros años de gobierno. Como si no se terminara de asumir totalmente en la importancia de la “libertad responsable” para el bienestar de nuestro país si se extendiera a otras actividades sociales y económicas.
Un concepto alejado de las ideas de Javier Milei, que predica, aunque no practica, un anarco capitalismo sin estado. El estado debe existir, no es una construcción del demonio ni la causa de todos los males. Pero debe ser pequeño y eficaz, limitado a aquellas funciones que no pueden desempeñar los privados. Es la aplicación del reconocido principio de subsidiaridad: que el estado no se meta a hacer lo que pueden hacer mejor los privados, que las sociedades más grandes no hagan lo que pueden hacer las menores.
La aplicación del principio de la libertad responsable ampliaría el ámbito de la iniciativa individual para beneficio de las personas y de la sociedad. Mayoritariamente correspondería al estado la administración de la justicia, y el monopolio de la fuerza para defender el orden público. Y una tarea subsidiaria en beneficio de los más rezagados en áreas de educación y salud.
Pero en nuestro país, la prédica de un estado ultrapresente, tanto en áreas esenciales como en aquellas que no lo son, sofoca la iniciativa privada y quita responsabilidad al ciudadano que espera del estado al solución de sus problemas o de sus necesidades.
Lamentablemente, decíamos, el gobierno de Lacalle Pou no impulsó la idea de la libertad responsable más allá del comportamiento en la pandemia. Si eso fue la causa de la derrota electoral de un gobierno que pasó por la dura prueba de la pandemia, la sequía y la guerra, pero que dejó buenos números económicos y sociales, es algo que aún se debate entre políticos y politólogos. Lo que no admite mucho debate es que promoviendo la libertad responsable los países prosperan y mejora el nivel de vida y de educación en forma sostenida y equitativa.
Es algo que debemos analizar en nuestro país si queremos salir de la mediocre performance económica de los últimos 70 años, que solo se altera cuando se dan circunstancias externas extremadamente favorables como las que existieron a principios de este siglo y que facilitaron la tarea a las dos primeras administraciones del Frente Amplio.