Vivir la vida de tal suerte…
Vivir la vida de tal suerte…
Ricardo Peirano
3 de setiembre de 2024
Todo el fútbol y la sociedad uruguaya está conmocionada por la prematura muerte del futbolista de Nacional, Juan Manuel Izquierdo. Los estamentos futbolísticos están desolados.
Un dirigente de la talla del Dr. Hernán Navascués, veterano de mil batallas, a sus 84 años reconoció en la parte oratoria del velorio, que "nunca vivió un momento tan doloroso", y eso que le tocó despedir a jugadores y dirigentes en su larga trayectoria en la institución. Por eso, Navascués fue contundente y planteó a los presentes un compromiso: "Nuestra obligación es que siga vivo en el alma tricolor".
Pero lo más notable es el impacto que el joven jugador de 27 años dejó en muchos de quienes fueron sus compañeros a lo largo de su corta futbolística. Hombre callado sí, pero optimista, humilde, ocupado de los demás. Sonriente. Familiero.
Veamos algunos testimonios de estos días. Mateo Antoni, compañero en Liverpool y en Nacional, escribió: “Me ayudaste, me aconsejaste, me apadrinaste, me exigiste, me puteaste, me abrazaste, me reíste”. “Nos hacías recordar que nada importaba más que la familia y que había que dar todo por ellas”. El capitán Diego Polenta: “nos enseñaste a no bajar nunca los brazos y pelearla hasta el último día”. “La familia es lo primero! ¡Qué enseñanzas nos dejaste! Te abrazo hoy y siempre negro Juan. Descansa en paz luchador de la vida”. Rubén Bentancourt, compañero también de Liverpool y Nacional “¡Vivías por y para tu familia y así jugabas y te entrenabas! ¡Como siempre lo dijiste amigo, era por tus hijos y nadie te lo iba a sacar!”. Rodrigo Chagas, reciente campeón mundial sub 20 y compañero actual: “desde siempre voy a estar agradecido por las enseñanzas y las veces que me veías bajón y te acercabas a decirme las cosas, esa sonrisa que contagiaba, no solo a mí, sino a que a muchos de los que tuvimos la suerte de conocerte”. Jeremía Recoba, otro juvenil y compañero este año: “Me acuerdo de una charla en la cocina que yo te preguntaba cómo es ser padre y vos me decías: “Te entregas en alma y cuerpo por y para tus hijos” “Descansa en paz negrito que tus hijos van a saber que tuvieron al mejor padre que pudieron tener”. Gonzalo Petit, juvenil de 17 años que subió a Primera este año: “que difícil se me hace despedirte, amigo, dejaste una huella en cada persona que compartió con vos, te vamos a recordar con esa sonrisa con la que entrabas al vestuario contagiando alegría”. “Me guardo todos los consejos que me diste y las anécdotas que me constaste durante este tiempo que compartimos. También los abrazos de gol que nos dimos”.
Emociona también el respeto del equipo de San Pablo. Rezando por su curación primero, llevando una camiseta celeste al empezar un partido con el nombre Izquierdo, haciendo duelo después de su muerte y diciendo: “no estaba en nuestro equipo pero cayó en nuestra casa frente a nuestra gente. Entonces se convirtió en uno de los nuestros”. Difícil decir algo mejor. Difícil ser más generoso, salvo el esfuerzo de tomarse un avión a pocas horas de un partido el miércoles de noche para llegar al sepelio de Juan Izquierdo el jueves a mediodía en Montevideo.
En definitiva, Juan Manuel Izquierdo cosechó después de su muerte todo lo bueno que había sembrado en vida en su carrera futbolística (Cerro, Wanderers, Peñarol, San Luis (México), Nacional y Liverpool) y en la vida cotidiana.
Juanma, como lo llamaba cariñosamente su esposa Selena, no hizo nada extraordinario por lo cual tenga que ser recordado en los anales del deporte. Ganó, sí, dos campeonatos uruguayos (uno con Nacional y otro con Liverpool), una Supercopa y un Intermedio, pero eso es algo que han hecho muchos jugadores.
Juanma será recordado por la huella que dejó entre sus compañeros de equipo, entre sus rivales, entre los cuerpos técnicos y en su familia. Selena, su mujer, lo despidió diciendo: “Fuiste una gran persona, noble, amorosa, sin maldad. Fuiste un ángel en esta tierra y serás un ángel en el cielo. Hoy me toca seguir por nuestros hijos y sacar fuerzas de donde no las hay. Se que peleaste hasta lo último y que lo único que anhelabas era estar con nosotros".
Juanma era optimista y positivo. Siempre llegaba a entrenar con una sonrisa. Se preocupaba de sus compañeros, muy especialmente si los veía con un bajón anímico o si eran más jóvenes que recién comenzaban su carrera en primera. Les daba consejos. Transmitía energía positiva en vez de quejas y mala onda por esas “bobadas de la vida” como dijo acertadamente Alejandro Balbi, presidente de Nacional, durante el velorio.
Era tremendamente familiero. Todo lo hacía por familia, hacia arriba y hacia abajo. Se preocupaba de su abuelo, de sus padres y especialmente de su señora y sus dos hijos. Del segundo, que acababa de nacer, ya se preocupaba de buscarle un padrino y eligió al jugador Mateo Antoni con quien compartió zaga en Liverpool el año pasado y en Nacional este año. En todos los testimonios de sus compañeros surge la preocupación de darlo todo en la cancha y en la vida por su familia. Y era un tema que afloraba con naturalidad. Hasta cuando le explica a Jeremía Recoba cómo es ser padre: “te entregas en alma y cuerpo por y para tus hijos”.
Por eso, a Juan Manuel Izquierdo, aunque vivió poco, se le pueden aplicar las palabras de Santa Teresa de Jesús, que hizo suyas Juan Zorrilla de San Martín, el poeta de la Patria: “Vivir se debe la vida de tal suerte, que viva quede en la muerte”.
Muchas enseñanzas para sacar de estos días trágicos; esas enseñanzas que no se borren fácilmente con el paso del tiempo.