La economía de Milei va bien pero…
La economía de Milei va bien pero…
Ricardo Peirano, 20 de diciembre de 2024
Javier Milei ha cumplido su primer año como presidente argentino y ha sorprendido a propios y extraños. No ha cumplido todas sus promesas -ahí sigue el peso argentino vivito y coleando y cada vez más fuerte, ahí sigue el Banco Central, ahí sigue el cepo cambiario- pero sí ha cumplido con muchas de ellas. Ha desregulado la economía gracias a la eficiente labor de Federico Sturzenegger y ha llevado a cabo un ajuste fiscal sin precedentes gracias a la labor del ministro de Economía Luis Caputo. Ese ajuste es el mayor de la historia argentina (aunque para Milei es el mayor en la historia de la humanidad) y pese a la recesión que trajo aparejada y que era inevitable para domar la hiperinflación que dejó el patético Alberto Fernández, Milei mantiene un enorme grado de aprobación, del orden del 55%. Como decía este domingo el afamado analista político Rosendo Fraga: “El gran éxito de Milei es que, con un ajuste sin precedentes, terminó el primer año con una aprobación muy alta, más de la mitad a favor”. En ese sentido, Fraga señaló que a pesar de que gran parte de la población no esté de acuerdo con las actitudes y formas de Milei, lo único que podría torcerle la balanza en contra sería que no cumpla con la recuperación económica. “A la gente puede no gustarle cómo habla, pero ¿la prioridad para la gente es lo que pasó con la gestión o cómo se expresa? La gente puede estar disconforme con eso, pero no es lo que prioriza”, concluyó Fraga.
Los indicadores económicos van en la dirección correcta -inflación en baja, actividad en ligera recuperación, expectativas favorables para el año próximo, tipo de cambio paralelo alineándose al oficial, riesgo país en bajada- y de mantenerse Milei tiene grandes chances de ganar las elecciones de medio término de octubre del año próximo y mejorar su escuálida representación parlamentaria para sostener sus políticas reformistas.
Pero el problema de Milei no es cómo habla o sus formas de expresarse. Es su desprecio a la institucionalidad republicana, a la separación de poderes, al respeto a la independencia de la justicia. No ha dejado títere con cabeza: políticos, deportistas, periodistas (sobre todo periodistas serios metidos en la bolsa de los “ensobrados” al barrer), aliados propios como la canciller Diana Mondino o la vicepresidenta Victoria Villarruel. No ha sabido ser un constructor de puentes con otros muchos argentinos que no piensan exactamente como el pero sí quieren una Argentina sanamente republicana y económicamente próspera, con un estado reducido y una economía abierta. Es gente que no comparte la idea de Milei de que el estado es “una asociación criminal”, que no apoya la dolarización o el cierre del Banco Central pero que sí reivindica “las ideas liberales de Juan Bautista Alberdi”, plasmadas en la magnífica Constitución de 1853. Es mucha gente la que quiere una sólida institucionalidad republicana, con plena y efectiva separación de poderes, con independencia de la justicia y justicia seria.
Y dentro de esa gente hay muchos que, compartiendo las ideas económicas de la libertad, están preocupadas porque Milei no termina de demostrar su aprecio por la institucionalidad del país. Actúa muchas veces como un populista de derecha. Insulta a sus adversarios pero sobre todo a quienes no piensan exactamente como él. Incluso descarga su ira con sus aliados de las primeras épocas.
En ese sentido, no es un verdadero liberal. Y menos aún si se lo juzga por la definición que él da del liberalismo y que toma de su mentor Alberto Benegas Lynch (h). “El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”.
Milei no ha demostrado ese “respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo”. Es más, lo ha castigado con ocasión y sin ella. Ha insultado al proyecto de vida del prójimo y al prójimo mismo. Bajo la definición de liberal de Benegas Lynch (h), que Milei hizo suya, Milei no puede considerarse liberal. Y eso es grave para la consolidación de su proyecto liberalizador de Argentina. No basta poner las cuentas fiscales en orden y desregular la economía. Es preciso que funcionen las instituciones más allá de las personas. Necesitamos institucionalidad, mucha institucionalidad y no mesianismos, ni de izquierda ni de derecha ni de centro (que algunos mesianismos de centro comienzan a surgir por estos lares).
Milei ha logrado éxitos en materia económica que nadie esperaba. Ha mantenido la aprobación de la población pese a la dureza del ajuste. Pero si no se esfuerza en restablecer en buen funcionamiento institucional, estas mejoras no duraran mucho. Como decía hace poco el periodista argentino Morales Sola, “El presidente pudo con la inflación y con el déficit, en efecto, pero es impotente para dominar su propio temperamento, duro y hostil”.