Una gran oportunidad

Ricardo Peirano, Semanario Voces, 28 de noviembre de 2025

En mi columna anterior para VOCES publicada el 20 de noviembre advertía sobre la posibilidad que, tras del Acuerdo Comercio e Inversión entre Argentina y Estados Unidos, volviera a pasar ante nosotros un tren de oportunidades comerciales y del riesgo de dejarlo ir, como ocurrió con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en 2007..

Ese tren podría ser el Acuerdo Transpacífico o CPTPP. El Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico está integrado por Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y el Reino Unido y representa el 15% del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo y está compuesto por 595 millones de personas. Y cuando nadie, o muy pocos, lo esperaban desde el Acuerdo llegó la aceptación de la solicitud uruguaya justo en nuestra madrugada del 21 de noviembre. Ahora hay que trabajar para lograr la adhesión al Tratado.

Esa fue la conclusión de mi columna: “Se trata de recuperar la autonomía que habíamos perdido en los laberintos de burocracia mercosuriana. Es una gran oportunidad para mirar otros destinos que no sea el corral de ramas del Mercosur. Y, en concreto, se abre la posibilidad de acelerar un camino abierto que es el Acuerdo Transpacífico. Varios países temían un veto de Brasil. Ahora que Argentina mostró un claro interés por priorizar la libertad de acción, tenemos la oportunidad de apretar el pie en el acelerador. No la desperdiciemos. Perdimos un tren en 2007 porque el partido de gobierno no acompañó al presidente Vázquez. No hagamos lo mismo casi 20 años después”.

Uruguay solicitó el ingreso durante la presidencia de Luis Lacalle Pou, con poco entusiasmo por parte de la oposición. Pero Uruguay hizo todos los deberes desde presentar la carta de admisión en Nueva Zelandia en noviembre de 2022 hasta ratificar el controvertido y postergado Tratado de Cooperación de Patentes (TCP), que tuvo una azarosa navegación en el parlamento hasta su aprobación in extremis. Sin esta ratificación del TCP no habríamos calificado para el CPTPP.

Pero al finalizar la administración Lacalle Pou, quedamos en la lista de espera junto a Costa Rica. Y ciertamente no parecía que nuestra solicitud fuera a progresar pues el canciller Mario Lubetkin dijo a mediados de año que había países del Acuerdo Transpacífico que no estaban informados de ella y otros que expresaban serias reservas.

Pero la cancillería siguió las gestiones con bajo perfil a cargo de la viceministra Valeria Csukasi y logró completar el recorrido iniciado con los eficaces oficios del ex vicecanciller Nicolás  Albertoni.

Ahora esas gestiones han llegado a buen puerto y estamos en condiciones de empezar el proceso de adhesión que nos puede llevar aproximadamente un año.

Dos conclusiones se desprenden de este hecho. En primer lugar, la importancia de llevar a cabo políticas de estado que trasciendan el período de una administración y que puedan ser continuadas por un gobierno de signo distinto, pero consciente de las necesidades del país. Una de esas necesidades es la apertura comercial, tema sobre el cual no hay consenso en el partido de gobierno, como lo demostró en su momento la radical oposición del entonces canciller Reinaldo Gargano a un acuerdo con Estados Unidos. El entonces presidente Tabaré Vázquez insistió en ello en su segundo presidencia, pero ahora el acuerdo era con China. Siempre existían dudas tanto desde la interna del FA a cualquier tipo de TLC como el temor a la reacción de los socios grandes del Mercosur.

Lacalle Pou volvió a insistir en el acuerdo con China, que quedó trancado por la oposición de Argentina  y Brasil. Se abrió entonces la posibilidad se sumarse al recientemente creado Acuerdo Transpacífico.  Y se avanzó todo lo posible hacer quedar en la puerta de entrada. Cuando parecía que la nueva administración descartaba la continuidad del proceso por la presunta oposición de algunos miembros del CPTPP, finalmente avanzó la gestión y Uruguay fue aceptado como candidato a integrar el acuerdo.

Fue un segundo tren que pasa frente a nosotros como aquel de 2007 y por suerte no lo dejamos escapar. Hubo sensatez y predominó la visión de largo plazo para culminar algo iniciado por un gobierno de signo opuesto pero hecho en el genuino interés del Uruguay. Al igual que se había hecho antes con la apertura portuaria, la política de zonas francas, la política de promoción forestal y de las plantas de celulosa, y el cambio de nuestra matriz energética.

La segunda conclusión es que Uruguay está dando un paso significativo para reducir su dependencia del Mercosur, de su burocracia y de sus elevados aranceles. Después del anuncio del acuerdo de Argentina con Estados Unido y de la aceptación del Transpacífico a la solicitud uruguaya, el Mercosur deberá adaptarse. Lo dijo la subsecretaria de Relaciones Exteriores Valeria Csukasi en declaraciones a radio Carve: “el Mercosur ya no funciona bajo la lógica rígida que obligaba al país a pedir flexibilizaciones permanentes. Hay un reconocimiento de que todos necesitamos márgenes para manejar la política comercial. Ya sea por la relación con Estados Unidos, por el CPTPP o por cualquier acuerdo nuevo, el Mercosur se está adaptando. Es una muestra de realismo que permite que el bloque siga existiendo”.

En una semana, pues, tuvimos dos buenas noticias: hubo política de estado para nuestras relaciones de inserción internacional y ha quedado claro que el viejo Mercosur queda obligado a adaptarse a los nuevos tiempos. Ya no puede mantener la ficción de que es un mercado común cuando apenas es una zona de libre comercio más que imperfecta. Aprovechemos oportunidades como esta, que no aparecen todos los días.