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Uruguay tiene un problema con el empleo
Ricardo Peirano, , 4 de setiembre de 2025
Cuando Juan Sartori irrumpió en la política uruguaya allá por 2018 y prometió como programa de campaña crear 100.000 empleos si resultaba electo presidente todos lo miraron con desconfianza. Por no decir que se le reían en la cara y lo tildaban de demagogo por hacer promesas incumplibles y solo con afanes electorales.
Sartori no salió electo presidente aunque sí el Partido Nacional que él integraba. Los 100.000 puestos de trabajo no fueron una promesa de campaña del presidente Lacalle ni de la Coalición Multicolor. Pero al final del período de Lacalle Pou, y teniendo que remontar el lastre de la grave pandemia que azotó a Uruguay y al mundo durante dos años, en Uruguay se crearon aproximadamente 100.000 puestos de trabajo. Se recuperaron los 40.000 perdidos durante el último gobierno de Tabaré Vázquez y se generaron 60.000 más. Promesa cumplida. Mercado laboral positivo. Deberíamos estar contentos y profundizar ese camino.
Y, sin embargo, Uruguay tiene un grave problema cultural en la relación con la creación- destrucción de empleo. Será quizá por los largos años de estancamiento. Será por lo mucho que se valora el ser funcionario público y cómo su número sigue creciendo no importa el partido que gobierne. Será por los beneficios de estabilidad que tienen los funcionarios a los que se suman un régimen de licencias por enfermedad mucho más generoso que el que rige para el sector privado sin que se sepa por qué hay esa diferencia.
Pero el tema del empleo está ahí, sobre todo cada vez que una empresa, nacional o extrajera, anuncia el cierre de una planta o de operaciones en Uruguay. Se genera entonces una increíble alarma no solo en el sector sindical correspondiente -lo cual es comprensible- sino también en el sector político, lo cual es mucho menos comprensible.
El pasado lunes 1 de setiembre fue la norteamericana Verizon la que anunció su salida de Uruguay con efecto 31 de agosto. Verizon, la empresa de telecomunicaciones, no operaba en Uruguay sino que lo hacía desde un call center situado en la Zona Franca Aguada Park y desde allí atendía a sus clientes en el exterior. Como no se pudo hacer nada para que la empresa se quedara en Uruguay, la medida que todos pidieron fue seguro de paro por un año pese a que nadie sabe cuál es el impacto que tendrá sobre los trabajadores, mayoritariamente jóvenes. Cuando Verizon vino a Uruguay nadie dijo nada, nadie aplaudió. Ahora se le pide a Alorica, la empresa que le prestaba servicio a Verizon en la zona franca, que incorpore a todos o partes de los empleados a sus servicios de call center. O, que el seguro de paro sea de un año en lugar de los seis meses que establece la ley.
Algo parecido ha ocurrido con el cierre de la planta de Conaprole en Rivera. Pese a que la empresa se comprometió a reubicar a los 19 trabajadores en otras plantas, hubo una cerrada oposición del combativo sindicato de la leche. Lo más curioso, sin embargo, fue la argumentación desde el lado político. El diputado colorado por Rivera, Marne Osorio, ha pedido a la empresa que reconsidere su decisión. Dice que ella quita ímpetu a la industrialización del departamento. En declaraciones a Informativo Uruguay dijo que: “El 32 % del territorio que es la zona fronteriza tiene solo el 4.1% de las industrias, por eso entendemos que (la reapertura de la planta) es materia de gobierno, desde el punto de vista estratégico de desarrollar el país con equidad y estamos esperanzados en que el propio presidente tome cartas en el asunto y genere los ámbitos que correspondan para que esto se resuelva”,
Luego sugirió que sería bueno fomentar el consumo directo de leche en las escuelas públicas de la zona. Por si fuera poco avanzó que si el problema de es competitividad habría que trabajar con el MEF: “estamos trabajando con el MEF para la mayor competitividad de los productos que se generan en frontera”, y finalmente culminó con una declaración totalmente desafortunada: “Todos los uruguayos hemos invertido en Conaprole, es bueno que todo ese esfuerzo no los lleve a tomar decisiones empresariales solo con criterios económicos o financieros. Y si tiene dificultades es con el Estado con quien tiene que dialogar, aunque tenga que tener condiciones diferenciales, con respecto a las otras industrias lácteas”.
Es decir, en palabras del diputado y ex intendente, Conaprole debe atender a la industrialización de la zona fronteriza de Rivera aunque la planta no sea redituable ni competitiva. Y si la empresa, en su afán “desenfrenado” de lucro sigue adelante, hay que decirle que no tome decisiones basada solamente en “criterios económicos y financieros”. Y si aún tiene dificultades para operar, hay que pedirle al Estado, es decir, a todos los uruguayos que sufraguemos la industrialización de la zona fronteriza de Rivera.
No se sabe por qué, pero parece que la industrialización de la zona fronteriza de Rivera es clave para la seguridad y el desarrollo nacional. Deberíamos pedir consejo a Donald Trump que aplica muchas políticas semejantes y determina por su sola voluntad qué empresas deben prosperar y cuáles no.
Y, más o menos parecidas, fueron las reacciones ante el cierre de la japonesa Yazaki el pasado mes de enero y el conflicto que se generó cuando Fabricas Nacionales de Cerveza pretendía cerrar su planta de Minas con 10 empleados porque le bastaba y le sobraba con la Montevideo, aunque nadie se atrevió a tanto como el diputado Marne Osorio. Lo único que no generó apoyo fueron los jornales perdidos por los trabajadores de procesamiento de pesca en la huelga no declarada pero efectiva del Sindicato Único de Trabajadores del Mar y Afines (SUNTMA).
Estamos como en la mejor época del dirigismo y estatismo uruguayo que predominó en buena parte del siglo XX y que nos llevó a un singular estancamiento económico.
Ese dirigismo es todo lo opuesto al clima de negocios que necesita Uruguay para atraer las inversiones para romper el ciclo de estancamiento. Era algo que ya advertíamos en febrero cuando la planta de Yazaki cerró.
Más vale mirar las muchas empresas que nacen y prosperan. Que por proteger a unos que han cumplido su ciclo no destruyamos lo más valioso: el clima de negocios favorable a la inversión, reglas de juego claras a las que atenerse. Todo lo demás es ruido para la tribuna y perjuicio para el país.