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No hay que hacer una revolución pero…
Ricardo Peirano, 25 de setiembre de 2025
En una muy buena entrevista concedida al diario El País el pasado domingo 14, el ministro de Economía Gabriel Oddone atajó algunas inquietudes que han trascendido desde el ámbito empresarial por los nuevos impuestos o la “consolidación fiscal” diciendo “no estamos haciendo una revolución porque nadie nos eligió para hacer una revolución”. Y añadió: “Nadie nos pidió que dinamitáramos lo que había, arrancáramos de nuevo, como eventualmente pasó ahí enfrente, que a veces contamina. Porque a veces la gente dice: “ah porque hay más motosierra…” Pero, muchachos, es que en la campaña nadie habló de eso porque Uruguay funciona bien. La gente no cree que este es un país lleno de gente insensata y que hay que terminar con todo. Afortunadamente, los uruguayos no entendemos eso. Por tanto, el mandato que tiene mi gobierno, y creo que si hubiera ganado la oposición, no es el de dinamitar todo.”
Razón tiene el ministro y más aún porque estamos en un barrio complicado. De un lado, con un país destrozado han aplicado un duro ajuste fiscal y monetario que ha funcionado mejor de lo que muchos analistas creían. Y entre ellos el propio Oddone reconoció, hace pocas semanas, al diario La Nación de Argentina que él era uno de los escépticos y que no creía que ese ajuste de shock fuera a funcionar. Pero la situación de Argentina es muy distinta a la de Uruguay. Y, más allá de las formas del presidente Milei que, a mi juicio no solo no ayudan a la política económica sino que la complican como se ve por la rebelión del Congreso ante los vetos presidenciales, hay demasiado desacierto acumulado a lo largo de décadas y demasiada corrupción. Y la sanación de ello implica un poco de revolución. Pero una revolución para construir una nueva y fuerte institucionalidad republicana en la cual la economía argentina pueda prosperar de nuevo como lo hizo a principios del siglo XX, siendo un paradigma en América Latina y en el mundo.
A nuestra derecha, tenemos otro vecino también con grandes problemas aunque sin necesidad de “dinamitar todo lo anterior”. Ha resuelto en forma impecable, de acuerdo a la constitución vigente el intento de golpe de estado del ex presidente Jair Bolsonaro pese a las presiones económicas que aplicó el presidente Trump, entrometiéndose en asuntos internos de otros países para defender a “un amigo”. Ciertamente no son todo flores para el sistema judicial brasileño establecido en la Constitución de 1988. El Supremo Tribunal Federal, compuesto de 11 miembros, tiene demasiado poder. Incluso un solo miembro del Tribunal puede tomar medidas por sí solo como ocurrió cuando el famoso y mediático Alexander Moraes decretó el cierre de las operaciones de X (ex Twitter) en Brasil, sin esperar la declaración de todo el tribunal. Por eso, The Economist en su edición del pasado 28 de agosto reclama por una reformulación de los poderes del máximo tribunal y de sus integrantes. Más allá del caso Bolsonaro y todo lo que lo rodea políticamente, el Tribunal Federal debe quedar como tribunal de última instancia salvo casos especiales de recursos extraordinarios.
En ese contexto, al que podrían agregarse otros países de la región y aún el propio Estados Unidos, conducido hoy por una persona que se considera por encima de jueces y legisladores y que en el fondo desearía que no hubiera Estado de Derecho con pesos y contrapesos a la figura presidencial, es acertado lo que dice Oddone: “en la campaña (electoral) nadie habló de eso (de la motosierra) porque Uruguay funciona bien. La gente no cree que este es un país lleno de gente insensata y que hay que terminar con todo”.
Uruguay funciona bien y especialmente en la comparación realizada más arriba con otros países vecinos. Es bueno vivir en un país en el no se establecen aranceles por decreto, que no se mete e n asuntos internos de otros países, que no despide el jefe de la oficina de estadísticas laborales porque los datos que publican no le gustan al presidente de turno, que no despide a la las máximas autoridades del control sanitario del país o en que el presidente no pretende despedir a los miembros del banco central.
Todo eso es muy bueno. Es propio de una república que se precia de sí misma, de una democracia que califica para estar entre los cada vez menos países con democracia plena. Pero ello no basta.
Es preciso salir de esa zona de confort que nos hace lucir muy bien cuando nos miran desde afuera pero no tan bien cuando nos miramos desde dentro. Debemos comenzar a generar las condiciones para que el país genere más oportunidades y mayor nivel de vida para sus habitantes. Algo que sí ocurrió a principios del siglo XX pero que luego se ha ido perdiendo en una maraña dirigista y en los brazos de un estado demasiado paternalista.
Por eso es necesario, no una motosierra, pero si un avance constante en desmontar las regulaciones activadas durante décadas.
Buen ejemplo es la norma sobre las farmacias que aparece en la ley de presupuesto. Primero, no es tema de materia presupuestas. Segundo, cuando se la presentaron al ministro Oddone este pensó “esto me rechina”, como reconoció en la entrevista a El País. Pero después tuvo que aceptarla porque sus asesores le dijeron que esa nueva regulación era mejor que la que había. Y Oddone dijo: “a mí me gustaría eliminar esto pero las condiciones políticas para eliminar esto no están dadas. Por lo tanto, “lo que hace este artículo es avanzar en la dirección correcto respecto a donde estamos, aunque no lo suficiente”.
Pero, uno se pregunta, ¿cuáles deben las condiciones políticas para desregular el establecimiento de nuevas farmacias? A quien hay que pedirle permiso o con quien negociar? Partidos de oposición? Sectores del propio FA que defienden a farmacias individuales? Al PIT-CNT?
Sinceramente no se entiende. Y si bien no se trata de hacer una revolución o dinamitar el statu quo, sí hay que avanzar a paso más rápido. Porque además se van a instalar “farmacias on line” sin respeto de límites físicos. Y ahí será la evolución tecnológica o el mercado quien hará la revolución. Como ya la está haciendo en otros campos la Inteligencia Artificial.
Si no hay “condiciones políticas” busquemos crearlas. Porque ahí nos va solo la salud sino la vida.