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China e India se acercan… gracias a Trump
Gabriel Pastor, 29 de setiembre de 2025
Cuando Xi Jinping y Narendra Modi se dicen socios, no rivales, no es solo diplomacia de manual. Entre China e India, los dos países más poblados del mundo, se está construyendo un entendimiento que puede cambiar la geopolítica de Asia y, de paso, del mundo entero. Durante décadas, su relación estuvo marcada por desconfianza, enfrentamientos fronterizos y la histórica tensión de que Beijing apoyara a Pakistán. Hoy, ambos buscan reparar lazos dañados y avanzar de manera pragmática, guiados más por intereses estratégicos que por afinidades históricas.
El contexto que acelera este acercamiento es claro: la política unilateral de Donald Trump. El verano boreal pasado, el presidente estadounidense lanzó una ofensiva directa contra India, cuestionando duramente su desempeño económico y criticando sus compras de petróleo ruso. Washington aplicó aranceles de hasta el 50 % a productos indios, incluso más altos que los impuestos a China. Frente a esta presión, la estrategia de Modi fue sencilla: esperar. El gobierno indio mantuvo la calma, actuó con prudencia y dejó abiertas las vías de comunicación con Estados Unidos, evitando poner en riesgo años de trabajo para consolidar la relación con Washington.
Ese escenario, junto con la incertidumbre que Trump genera entre sus interlocutores, convirtió el acercamiento a China en algo más que una opción y se convirtiera en una necesidad estratégica. No es una alianza formal ni un pacto cerrado, sino un entendimiento pragmático. Cada uno tiene sus propios intereses. Para China, acercarse a India significa fortalecer su influencia en Asia y limitar la capacidad de Estados Unidos de contener su ascenso. Para India, mantener canales abiertos con Pekín permite diversificar alianzas y preservar su independencia frente a la presión de la Casa Blanca.
Los avances son concretos: se reanudan vuelos directos, se firman acuerdos para reducir tensiones en la frontera y, de cara al futuro, ambos se comprometen a fortalecer la cooperación comercial para equilibrar el déficit histórico de India con China.
El entendimiento no elimina los conflictos históricos, pero permite gestionarlos de forma que se abran espacios de colaboración donde los intereses estratégicos pesen más que las viejas diferencias.
El mundo debería mirar con atención. Lo que hagan Pekín y Nueva Delhi no afecta solo a Asia: puede cambiar rutas comerciales, flujos de inversión y prioridades en foros internacionales como el G20 o los BRICS. Si logran mantener una relación funcional, sentarán las bases de un orden global más multipolar, donde las decisiones importantes se toman en Asia y no solo en Occidente.
Este acercamiento demuestra que los grandes cambios globales no siempre llegan con titulares espectaculares. A veces se construyen paso a paso, con gestos calculados, reuniones discretas y estrategias pragmáticas. Y, en este caso, la presión de Trump terminó siendo un catalizador: empujó a India a buscar equilibrio, paciencia y autonomía, acelerando un acercamiento que, aunque gradual, puede tener efectos mucho más allá de la región.
¿Es este acercamiento a Xi solo coyuntural o el inicio de algo más profundo? Aún es muy pronto para saberlo. ¿Se estaría inclinando India hacia China al margen de Estados Unidos? Difícil de creer, aunque incluso en la geopolítica más calculada, las emociones y los errores humanos pueden influir en malas decisiones y generar consecuencias insospechadas.