Trump no ha muerto. ¡Viva Trump!

La columna semanal de Daniel Supervielle para El Observador

Sábado 13 de junio. Cae la noche en Montevideo. Miro el hilo de Twitter. Breaking news. Atentaron contra Donald Trump en un mitin electoral en Pennsylvania. Me levanto corriendo del asiento y prendo la televisión. Caigo en CNN. Se ve como Trump habla y de pronto se toma la oreja. Disparos. Entran en escena los guardias de seguridad de traje gris. Se tiran al piso. Hay sangre en su rostro. Algunas personas en el estrado se tiran al suelo. Se escuchan más disparos. Otros se quedan parados absortos sin saber qué está pasando. Trump se levanta, sin el gorro colorado. Eleva el puño al cielo. Un hilo de sangre le recorre el pómulo. El fotógrafo Evan Vucci de AP lo inmortaliza en una imagen que quedará para la historia.

A los tumbos lo bajan por la escalera y lo suben a una camioneta negra que parte a un lugar seguro. En la escena del crimen reina la confusión total. Inmediatamente empiezan a circular rumores de todo tipo y color. Quisieron matar de un balazo al expresidente de Estados Unidos de América. Todo pasó en vivo. Fue en cuestión de segundos. Estaba hablando a su gente, sus fanáticos republicanos. Mueve apenas la cabeza, un disparo lo roza. Se tira al suelo. Los guardaespaldas lo rodean. Se levanta. Eleva el puño provocadoramente al cielo. Lo sacan. Hay otras imágenes de un francotirador de los servicios secretos acostado en un techo disparando en sentido contrario. Cesan las detonaciones. La imagen se repite una y cien veces. Las fotos de los instantes posteriores al atentado fallido circulan por las redes a toda velocidad. Hay otra imagen de la cara de Trump contra el suelo, con un hilo de sangre cayendo de su oreja. Todo es un caos.

Empiezan los expertos a analizar. Las teorías conspiratorias. Las noticias falsas inundan todo el espectro informativo. Quisieron volarle la cabeza a uno de los hombres más fuertes del planeta, en la nación más poderosa del mundo, días antes de una convención nacional que lo proclamaría candidato Republicano a la Casa Blanca por un nuevo período. Trump no ha muerto. Lo han querido asesinar y no pudieron. Le erraron por unos milímetros. Los restos del fracasado asesino de 20 años yacen sin vida junto al arma homicida. Fue acribillado. Nunca sabrá si logró matar a Trump o no. Ni sabremos exactamente por qué lo hizo ni cuáles fueron sus motivaciones.

Sabemos que tenía 20 años y que se llamaba Thomas Matthew Crooks. Se vestía raro, según sus compañeros de estudio. Afirman que era un lobo solitario. Uno de esos seres inadaptados que se vengan contra el mundo por no lograr insertar en la sociedad en la que nacieron. Eso dicen los que analizan. Lo cierto es que el porte de armas en Estados Unidos amparados en la segunda enmienda es muy frecuente. Es más complejo comprar un celular que un rifle de asalto. Crooks fue abatido por el Servicio Secreto de los Estados Unidos encargado de la protección del expresidente después de que disparara varias ráfagas. El atacante utilizó un fusil tipo AR-15 semiautomático y disparó desde lo alto de un edificio a una distancia de unas dos cuadras. El rifle de asalto con el que cometió el atentado fue comprado de manera legal por su padre, según confirmaron fuentes oficiales a la BBC.

En el ataque murió un padre que se interpuso entre las balas y su familia. Era un bombero, que apoyaba a Trump. Se llamaba Corey Comperatore. Un inocente. Hoy es un héroe para los republicanos. Todo pasó en menos de 30 segundos, tal vez un minuto. Un lobo solitario de 20 años intentó matar a tiros a quien probablemente gane las próximas elecciones en Estados Unidos. Luego fue muerto por francotiradores del servicio secreto. Fue como un flash.

No lo mataron a Trump. La vida sigue. La campaña en Estados Unidos sigue. Las redes sociales y los medios de comunicación pasan la página rápidamente y también siguen. Al día siguiente se jugaba la final de la Copa América entre Argentina y Colombia en Florida y ágilmente, al no estar muerto Trump, la rueda de la información tenía que seguir rodando. ¿Se imaginan el caos que sería hoy el mundo si el disparo de Crooks hubiese dado en el blanco? Pero no. No lo mataron a Donald Trump. Ya lo vimos todos en las redes sociales y en la televisión. Ya fue. No pasó nada, apenas un tiro que le rozó la oreja. Trump sigue vivito y coleando. Pasemos a la siguiente pantalla. Otra noticia vendrá. El Pac-Man caníbal de la información no puede ni debe detener su marcha.

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Opinión:

Comments (5)

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