Canadá a merced del ego de Trump

 Ricardo Peirano, 14 de marzo de 2025

Cada día y cada hora, desde el 20 de enero traen sorpresas para aliados (o ex aliados) de Estados Unidos y para el mundo en general. La incertidumbre es tan grande que los mercados se desploman.

El martes 11 de marzo la sorpresa vino para Canadá cuando Trump anunció un arancel adicional del 25% al ya establecido del 25% sobre acero y aluminio. Ello, según Trump, es en represalia al arancel que la provincia de Ontario puso a exportaciones de electricidad hacia los Estados Unidos.

Eso es lo que pasa cuando comienza una guerra de aranceles. Todos creen que pueden ganar poniendo más aranceles y todos terminan perdiendo como aprendieron a duro costo los Estados Unidos después de la Gran Depresión de 1929 agravada por la Ley Hawley-Smoot. Pero esta, al menos, pasó por el Congreso y no por una orden ejecutiva del entonces presidente Hoover.

Sin embargo, Trump maneja las cosas como si no hubiera consecuencias o como si las consecuencias no le importaran. Incluso como si fuera gerente de una empresa que decide políticas varias sin consultar a nadie (ni siquiera a sus muy obedientes ministros).

Lo peor en el caso de Canadá es que para Trump todo se arregla muy fácilmente con la anexión del país vecino como 51 estado de Estados Unidos. No solo se arregla sino que es una solución fantástica. Ya no hay que pensar más en esta cosa tan molesta para Trump de los aranceles sino que ese paso haría felices a los canadienses y a los norteamericanos por igual. Con la anexión Trump, dice que soluciona el problema de los aranceles, de la seguridad nacional de Canadá y hasta de su bello himno. Si había alguna posibilidad de entendimiento, la fanfarronada de Trump contra Canadá del día 11 la ha alejado muchísimo.

Estas idas y venidas no solo dañan la economía sino también la confianza y el respecto recíproco. Base de los acuerdos y de la vida civilizada donde no predomina la ley del más fuerte.

Por eso choca, y mucho, la idea que Trump viene esgrimiendo de anexar Canadá. Y no solo la idea, sino la forma irónica en la que Trump la expresa, que casi es peor que la idea misma. No es propia del presidente de la principal potencia del mundo libre. No es propia de un país que por su historia, su presente y su trayectoria en defensa de la libertad debe ser siempre pionero del respeto de la integridad territorial ajena y de los tratados internacionales.

Son muy llamativas las palabras de Trump. “Además, Canadá paga muy poco por la seguridad nacional, confiando en los Estados Unidos para la protección militar. Estamos subsidiando a Canadá por una suma de más de 200 mil millones de dólares al año. ¿¿¿POR QUÉ??? Esto no puede continuar”. “Lo único que tiene sentido es que Canadá se convierta en nuestro querido Quincuagésimo Primer Estado. Esto haría que todos los aranceles, y todo lo demás, desapareciera por completo. Los impuestos de los canadienses se reducirán sustancialmente, estarán más seguros, militarmente y de otro tipo, que nunca antes, ya no habrá un problema en la frontera norte, y la nación más grande y poderosa del mundo será más grande, mejor y más fuerte que nunca, y Canadá será una gran parte de eso. La línea artificial de separación trazada hace muchos años finalmente desaparecerá, y tendremos la nación más segura y hermosa en cualquier parte del mundo, y su brillante himno, Oh Canadá, continuará sonando, pero ahora representando a un GRAN y PODEROSO ESTADO dentro de la nación más grande que el mundo haya visto jamás!"

Todos amamos a nuestro país, cada uno al suyo. Pero semejante narcisismo y egolatría solo tiene cabida en corazones ultranacionalistas y con tendencias autocráticas. Canadá es independiente desde el 1 de julio de 1867. ¿cómo se va a destruir esa independencia? ¿Por invasión? ¿Por ahogo económico?

Todo esto es ridículo y, sobre todo, innecesario. Vivimos tiempos difíciles. No les agregamos complicaciones que no están en el mapa. Canadá es y seguirá siendo una nación libre e independiente y un buen aliado de estados Unidos y de Europa. Como dijo el nuevo ministro Marc Carney, Canadá seguirá ganando a Estados Unidos “en el comercio igual que el hockey.”

El viejo orden internacional vigente desde la Segunda Guerra Mundial, basado en el respeto a la integridad territorial y a los tratados vigentes, presenta falencias en su andamiaje institucional y requiere reformas para adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas y desafíos globales. Pero no lo sustituyamos de golpe por otro orden donde predomina el más fuerte y rige la ley de la selva. Sería un peligroso retroceso y no una mejora.

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Opinión:

Comments (5)

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