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Entre la venganza y el perdón
Ricardo Peirano, Semanario Voces, 2 de octubre de 2025
El asesinato del influencer conservador norteamericano Charles Kirk sigue agitando las aguas de la política de su país y del mundo. El domingo 21 de setiembre se celebró un memorial en el estadio de fútbol americano de Phoenix, Arizona, al que asistieron más de 100.000 personas y en el que hablaron destacados miembros de gobierno americano como el vicepresidente Vance y el presidente Trump. Pero quien se robó la atención fue la viuda de Kirk, Erika, quien realizó una emocional elogio de su marido, de su matrimonio y de su familia.
Erika Kirk, madre de dos niños de 3 y 1 años, comenzó señalando que, ante todo y conforme a su fe cristiana, ella perdonaba al presunto asesino de su esposo. No es algo frecuente y menos en los tiempos que corren donde sobre todo predomina el discurso del odio amplificado por el fácil acceso a la aldea global a través de las redes sociales. Pero es coherente con la fe que Erika Kirk practica y a ella se remite para que no queden dudas de su postura. “la respuesta al odio no es el odio”, señaló la viuda de Kirk
Quien no está tan de acuerdo con Erika es Donald Trump, pese a que la abrazó y felicitó después de su discurso. Pero Trump dijo que discrepa con Erika y con el propio Charlie que decía “no odio a mis adversarios ni a mis oponentes”. Trump dijo explícitamente que discrepaba con el matrimonio Kirk y que él sí “odiaba a sus oponentes” y que “no quería para ellos lo mejor”.
Obviamente Trump hablaba en una perspectiva política mientras que Erika Kirk hablaba del perdón en un plano personal. Pero lo cierto es que Charlie Kirk no odiaba a sus adversarios. Se sentaba a debatir con ellos. A eso se estaba dedicando en la Universidad de Utah cuando recibió el disparo fatal. A debatir. En un ámbito universitario que es propio para los debates y los intercambios de ideas. Donde nadie tiene la verdad revelada. Un ejercicio -el de confrontar civilizadamente ideas con personas que piensan distinto- que muchas universidades han olvidado en las últimas décadas y que ha sido sustituido por el ataque al adversario, que ya no es adversario sino enemigo. Se ha estado construyendo, en las elites de la educación, el ejercicio del desprecio al que piensa distinto e, incluso, de llevarlo a la acción con hechos agresivos.
Como decía acertadamente el periodista argentino Alejo Shapiro en la revista Seúl, “La ejecución de un hombre dedicado a debatir leal y civilizadamente con cualquiera que se le parara enfrente no es un hecho policial; es un asesinato político que revela el estado de la conversación pública en Estados Unidos y, por mímesis de un mundo globalizado y digitalizado, en las sociedades abiertas. Es además un acto terrorista, puesto que busca incidir en la política a través del miedo causado por la violencia armada. Otros influencers de derecha, como Ben Shapiro, pero también en Reino Unido, Francia o España, están reevaluando su seguridad y se preguntan si serán el próximo blanco”.
A muchas personas no le gustaban las ideas que defendía Charlie Kirk, un conservador cercano pero no integrante del movimiento MAGA. Como tampoco a muchos no le gustaban las caricaturas satíricas de Mahoma, que publicaba el semanario francés CharlieHebdo. Pero esto último no justificó que una banda de radicales islámicos penetrara en enero de 2015 en la redacción del semanario y matara a tiros a 12 periodistas y al policía que hacia la guardia de la redacción. Otros 11 periodistas salieron heridos pero salvaron sus vidas. Todo el mundo civilizado salió en defensa de CharlieHebdo, pese a que su sátira pudiera haber ofendido más de uno. Por cierto, bueno es recordarlo, cuando CharlieHebdo se mofaba de la Iglesia Católica y del Dios de los cristianos y judíos, nadie la emprendió contra la redacción del semanario y sus periodistas. Parece que algunas religiones son mucho más respetuosas de la libertad de expresión aunque las pretendan tildar de fanáticos.
Entre esos supuestos fanáticos estaba Charlie Kirk, quien solo se dedicaba a debatir en los campus universitarios y cuyo lema era “Prove me I am wrong”, “demuéstrame que estoy equivocado”. Quizá hasta el propio Trump, que le tenía gran afecto, intentó demostrarle que estaba equivocado en cuanto a no odiar a los enemigos. Pero Charlie, en eso, era inconmovible. Al igual que su esposa. Mal que le pese a Trump. Porque es una discrepancia muy grande. En política, uno tiene adversarios. Y quizá alguien que se llame “enemigo”. Y eso es lo que Trump no reconoce. No es solo el problema del odio como sentimiento personal hacia el otro. Es la concepción misma de la acción en la arena política. Porque Trump, el 20 de setiembre, publicó un mensaje en la red social Truth instando a la fiscal general Pam Bondi a activar la persecución y el enjuiciamiento de varios opositores suyos del Partido Demócrata. Un acto que no pasó desapercibido y que marcó un punto de inflexión en cuanto a la actividad respecto a adversarios de otros partidos políticos. Un mensaje publicado, precisamente, un día antes del memorial por la muerte de Kirk.
Lo peor es que esas actitudes provengan de alguien que ha sido elegido como presidente de todos los americanos y para todos debe gobernar, no para su propia facción, o sus amigos. Más aún, el presidente debe ser un punto de unión, un puente entre partidos y facciones. Un presidente puede llorar la injusta muerte de uno de sus partidarios. Pero no puede incitar al odio. Que es lo que ha hecho durante muchos años la cancelación aplicada por algunos titiriteros de la agenda “woke”. Cancelación tan sencilla de realizar como decir que Kirk era un nazi o un nuevo Hitler para descalificarlo de por vida.
Pero la cancelación woke no tuvo éxito con Kirk. Solo una bala solitaria de alguien que sí odiaba y era incapaz de debatir fue lo que lo acalló. Por eso la muerte de Kirk, como la de tantos en el escenario político americano, debe llevar no solo a que el perdón predomine sobre la venganza. También debe predominar el ánimo sincero de debatir con quien no piensa igual y de respetar su persona y sus ideas.
Solo así si podrá construir una República, acabar con la polarización o grieta y edificar convivencia ciudadana, como recomendaba Alexis de Tocqueville en su gran obra “La Democracia en América”.
El presidente, el actual y los futuros, debe ayudar a fumar la pipa de la paz y no dedicarse a incendiar la pradera. Y los Charles Kirk de la vida deben seguir fomentando el debate de ideas. Y ojalá que eso se pueda hacer en los campus universitarios ante todo.