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Un Premio Nobel que nos desafía
Ricardo Peirano, Semanario Voces, 23 de octubre de 2025

La semana pasada el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado se robó todos los titulares. Y también todas las disputas, incluidos los disparates atómicos que se dijeron más bien inducidos por temor a Maduro o por molestia con Trump que con la propia tarea heroica de María Corina Machado.
Pero esa misma semana el Comité Nobel, tan castigado por la izquierda, otorgó el Premio Nobel de Economía 2025 a tres distinguidos economistas: al estadounidense-israelí Joel Mokyr, profesor de Northwestern Uiniversity y Tel Aviv University, el francés Philippe Aghion del Collége de France, Insead y London School of Economcis y el canadiense Peter Howitt de Brown University por sus investigaciones sobre cómo la innovación y la tecnología impulsan el crecimiento a largo plazo.
Los tres estudiaron las causas del espectacular crecimiento que se da en Estados Unidos y la mayor parte de Europa después de la Revolución Industrial.
Este premio no desató polémica en Uruguay pero claramente nos desafía. Los premios Nobel de Economía, a diferencia del de la Paz, suelen ser más difíciles de llevar a la plaza pública. Es preciso tener nivel académico y no se puede payar. Y eso que el tema premiado es crucial para nuestro país: las claves para el crecimiento. Algo que todos notamos como una carencia después de una década de magro crecimiento y de setenta años de crecimiento anémico y escuálido que nos hicieron perder terreno en el concierto de las naciones. Y perder, sobre todo, capacidad de mantener las bases económicos necesarias para sostener una población amalgamada, y una institucionalidad democrática que vive de glorias pasadas.
De estos tres economistas nuestro país puede sacar dos lecciones importantes. De Joel Mokyr hay una interesante reflexión sobre la circulación de información y la capacidad de innovar en sociedades crecientemente libres. Y, como destacó acertadamente Adolfo Garcé en su última columna en Búsqueda (16.10.25), Mokyr habla de la importancia para el desarrollo de los llamados “emprendedores culturales”. Según Garcé, “el emprendedor cultural de Mokyr lidera una transformación en las creencias, valores y preferencias de segmentos significativos de la sociedad”.
Si miramos a nuestra sociedad vemos la ausencia de este tipo de emprendedores. Que no se dedican a promover la cultura, entiéndase bien, sino a generar cambios culturales en la sociedad. Un cambio cultural sería el de reducir la excesiva dependencia del estado, ya sea por parte de ciudadanos que acuden allí en búsqueda de trabajo, salud, educación, seguridad social, vivienda, alimentación, o ya sea por parte de empresarios que acuden a búsqueda de prebendas o regulaciones favorables a sus intereses o actividades. Un ejemplo muy claro se vio esta semana con la aprobación del presupuesto en Diputados. Allí, con los votos de la oposición, se dejó de lado una norma que eliminaba una vieja regulación que establecía la intervención preceptiva de los Despachantes de Aduana. Una regulación de tipo medieval, según el ministro Oddone. Y bien, quedó fuera del presupuesto con los votos de “la derecha”.
Ese tipo de emprendedor cultural vendría a generar el otro factor de crecimiento que también estudiaron los tres economistas: la destrucción creativa, fundada en los estudios de Joseph Schumpeter.
Si Uruguay no crece más rápido es porque falta esa dosis de destrucción creativa con empleos o actividades que ya perdieron su razón de ser como la planta 14 de Conaprole en Rivera, que tanto el PIT-CNT como miembros del Partido Colorado de la zona fronteriza quieren mantener a toda costa. O el retroceso que significa que ANTEL vuelva a gestionar el ANTEL ARENA, pese a una década de exitosa gestión privada. Solo para dar cabida a espectáculos “más populares”.
En ese contexto, comienzan a tener sentido las palabras de Carlos Slim, presidente de CLARO, que tanto chocaron a la sociedad uruguaya. En una entrevista reciente, Slim dijo que su empresa Claro, que tiene el 22% del mercado de telefonía celular en Uruguay, no debería estar en nuestro país ya que ANTEL no deja competir en telefonía fija y ese monopolio no deja avanzar a las telefónicas a nuevas etapas de desarrollo.
Y de milagro vino TIGGO, cuyo gerente general, mucho más diplomático que Slim, dijo que esperaba que “en algún futuro” se abriera la competencia en internet fijo ya que eso le impedía desarrollar otros negocios como, por ejemplo, los derechos de televisión en eventos deportivos.
Es preciso pues generar un avance importante en estas áreas del estado o de regulaciones que protegen a privados. Pero los temas de la gobernanza de las empresas públicas y sus ámbitos de actuación no están en la agenda de ningún partido político. Como tampoco lo está un análisis a fondo de las regulaciones que impiden la competencia o encarecen la producción. Y menos aún el análisis profundo del gasto público que nadie quiere bajar ni aunque haya tareas duplicadas. El gasto público se toma como dado y, a partir del nivel en que cada gobierno lo encuentra, se lo aumenta irremisiblemente.
Mientras estos temas vinculados al estado no se ataquen a fondo, no tenemos muchas chances de salir del estancamiento. Y eso, aunque el otorgamiento de este Premio Nobel no genere la protesta del PIT-CNT ni de sectores radicales del partido de gobierno. O de la oposición, para ser justos.